
Pintura mural roja. Imágenes en los límites del tiempo
Un proyecto de Álava Medieval / Erdi Aroko Araba y del Área de Antropología Visual de la Universidad de Buenos Aires.
Dirección: Gorka López de Munain
Este proyecto de investigación parte de la colaboración entre Álava Medieval / Erdi Aroko Araba (Cooperativa Kultur Soleil) y el Área de Antropología Visual (Universidad de Buenos Aires). Su desarrollo se dividirá en dos fases. En un primer momento se llevará a cabo la catalogación de los restos pictóricos en almagre conservados en la provincia de Álava, uno de los territorios españoles que más ejemplos presenta. Esta catalogación se llevará a término en una página web creada para ello (pinturaroja.ceiss.es), empleando la plataforma de código abierto Omeka.
La provincia alavesa cuenta con una cantidad de revestimientos pictóricos de época medieval realmente sorprendente por su cantidad y variedad tipológica. Son a menudo las humedades y desconchones de pintura las que en ocasiones hacen surgir lo que, en realidad, no es sino una mínima parte de cuanto aguarda tras las numerosas capas añadidas a lo largo del tiempo. De igual manera, las inspecciones oculares detrás de retablos o estructuras añadidas con posterioridad suelen deparar interesantes sorpresas en forma de despieces lapidarios, figuras, formas geométricas, etc. Hay también otras iglesias como Alaitza, Añua o Arbulo que, tras su restauración, muestran al visitante el esplendor decorativo de sus muros donde dominan las líneas y formas rojas de intenso almagre. Sin embargo, esta situación de aparente riqueza patrimonial ha dejado muy escasa huella en la bibliografía especializada.
De toda la gama de revestimientos cromáticos que encontramos en la Edad Media, en este proyecto nos fijaremos en aquella realizada en color rojo sobre un soporte blanco. Este soporte pictórico en ocasiones es directamente el revoco realizado con mortero de cal o, en otros casos, se trata de una fina capa de cal blanca aplicada sobre el mortero con el fin de igualar visualmente los muros y lograr un acabado blanco y luminoso. Sobre esta base blanquecina, l@s pintor@s aplicaban en seco la decoración con pigmentos de tonalidad rojiza, obtenidos a partir de tierras ferrosas. Esta decoración rojiza delineaba motivos que podrían grosso modo agruparse en tres grandes bloques: pintura lapidaria, franjas decorativas y escenas narrativas.
La segunda de las fases del proyecto abordará la difícil labor de interpretación y análisis (anacrónico) de los conjuntos más sobresalientes. Para ello, se recurrirá a una metodología experimental en la que estas pinturas se estudiarán como eslabones de una larga cadena de imágenes cuyos orígenes se pierden en las brumas del Paleolítico. Si Aby Warburg introdujo la noción de fórmulas de Pathos (Pathosformel) para estudiar los gestos supervivientes que emergían en distintos momentos históricos, aquí tendremos que hablar de una suerte de supervivencia gestual, pero también “técnica”, que precisará de un abordaje propio y original. Y es que estas pinturas escapan a cualquier intento de estudio en base a una metodología formalista o iconográfica. Las pinturas, por ejemplo, de la iglesia de San Martín de Arbulo, no forman parte de ninguna “historia de los estilos”: no son pinturas ni románicas ni góticas, a pesar de estar ejecutadas en la misma cronología (siglos XII y XIII). Son la expresión de una Cultura Visual que nos es desconocida, que no ha sido apenas estudiada y que requiere de unas claves metodológicas aún por definir.